EL DILEMA MORAL III
EL
PRÓJIMO
Para
las personas que sostiene alguna creencia religiosa, el primer lugar lo ocupa
Dios, luego el prójimo. El prójimo sería el primer momento de nuestro análisis.
Según
las enseñanzas cristianas, el prójimo es toda la gente, pero esta gente
sostiene también una jerarquía y es así como lo vamos a clasificar: El primero
de entre el prójimo, soy yo, mi yo es mi primer prójimo, a quien debo amar y
respetar, y solo en la medida del amor que me tenga seré capaz de amar o
estimar a los demás, este amor, no debe ser excesivo, antes bien debe ser
justo, de tal manera que no nos otorguemos un cariño excesivo, viciado por el
egoísmo.
La
razón es porque <<prójimo>> proviene del latín <<próximus>> significa
<<próximo>> es decir el más cercano. En este punto entra la
voluntad, que impera sobre las decisiones de las personas haciendo que estas
opten por cualquiera de las alternativas planteadas. En el caso de la pareja,
esta es de opción racional, por lo que se excluye el rechazo entre ellos.
Luego
de nuestro yo, existen otras personas que viven con nosotros, como lo es la
pareja, es esta persona la que ocupa el segundo lugar, casi en completa
igualdad con el yo, nunca menos siempre igual.
La
pareja constituye nuestro segundo prójimo, a ella nos sometemos como a nuestra
propia voluntad, quizá muchos se preguntaran y porque entonces existen las
separaciones, la respuesta es simple, la persona que vive con nosotros debe
darte igual trato, caso contrario, no puedes bajo ninguna circunstancia
permitir que alguien este anulando tu propia estima, y cuando el conflicto
subsiste aun a pesar del amor que se tenga alguna de las partes, es necesario
que por un tiempo ellos se alejen, con la finalidad de valorar las cosas que no
valoraron mientras convivían.
La
pareja siempre será nuestro primer prójimo aun a pesar de las dificultades en
la convivencia, por naturaleza, si existe un conflicto, o emergencia, siempre
se tenderá a defender las causas de la pareja antes que cualquier otro incluso
por sobre los hijos y los padres.
Seguro
parecerá esto contradictorio a la concepción originaria de la vida, tal y como
la concebimos en la actualidad, la misma que tiene una mezcla de valores y
antivalores, donde la virtud es un defecto y los vicios son alabados.
Por
eso estamos como estamos, clamamos a Dios y parece no escucharnos, pedimos más
resguardo policial, pero es sacrificio inútil, si en el seno de las familias,
no existe un ápice de voluntad para enmendar lo que está mal dirigido.
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