El matrimonio es una institución muy antigua, y naturalmente consiste en la unión de un varón con una mujer para entregar sus cuerpos y tener hijos. En el tiempo; y, de acuerdo con las culturas, el matrimonio fue adquiriendo ciertas formalidades que le daban el carácter de “requisito social” por el que las autoridades civiles le daban el voto de aprobación a dicha unión.
Como las sociedades civiles estaban plenamente ligadas a las devociones ancestrales, el matrimonio se lo vio desde el punto de vista teológico, en el que la pareja se unía y dicha unión debía ser aprobada por los dioses mediante un ritual. En muchas civilizaciones antiguas, éste matrimonio se lo podía repetir varias veces durante la vida. En armonía con esta corriente, el antiguo testamento aprueba el divorcio por un acto de infidelidad.
Con el cristianismo, el concepto de matrimonio cambia, y este se convierte en Sacramento (signo sagrado) por el que los cuerpos de los contrayentes se dan en mutuo consentimiento y reciben la bendición de Dios por medio de un representante de la iglesia, el mismo que actúa en nombre de la iglesia como mero testigo, ya que este sacramento es el único donde los contrayentes son los auténticos ministros. De esta manera se lo vivió durante todo el tiempo que duró el Imperio Romano y el Imperio Franco, por ser un sacramento, los contrayentes se unían para toda la vida.
A partir de la Revolución Francesa, el matrimonio cambia esta particularidad de unión perpetua y en muchos países y se convierte en unión civil. Otros adoptan el matrimonio civil como una ruptura con la jerarquía eclesiástica y de este modo, los ciudadanos civiles son quienes casan y separa a las parejas.
Con la llegada de la pos modernidad, no solo comienza una etapa de migración del compromiso matrimonial, sino que al mismo tiempo, en la época pos concilio (Vaticano II) por una mala interpretación del concilio, aparecen varios sacerdotes que decidieron dejar la vestimenta y las costumbres sacerdotales existentes y se hicieron a un lado esperando que los clérigos pronto puedan contraer matrimonio y es así, como en la época pos moderna toma fuerza esta corriente que anula todo compromiso perpetuo (matrimonio y celibato sacerdotal).
En épocas del neoliberalismo (nuevo liberalismo) las percepciones de la vida y del compromiso son cada vez menos exigentes, las jóvenes generaciones, se ven más atraídas a lo que les resulta fácil y llamativo, con la globalización y la gama de noticias de los famosos que se casan varias veces, se introduce en el pensamiento esta forma de vida, que niega todo afán de revalorizar lo que en esencia pertenece al componente social, que es la familia, “los jóvenes ya no se casan, se dan”, expresa un anónimo.
Con toda esta corriente de cosas, la consecuencia lógica que se sigue, es que cada vez a menos personas les guste el matrimonio y muchas otras decidan probarlo a ver qué pasa si gusta o no y luego el divorcio, a esto también ayuda la proliferación de grupos no católicos que apuestan a un matrimonio renovable y otros a aceptar el divorcio como un mandato de Dios expresado en la biblia.
En nuestro Ecuador, el tema del divorcio va en alza y las garantías para sostener una sociedad son cada vez menos favorables, ya que al anular el matrimonio como vínculo perpetuo, se arrastra la consecuencia de tener más divorcios y menos hogares completos, y esto no se lo podría llamar un acto de irresponsabilidad de parte de las parejas, sino una asimilación de lo que la misma sociedad está haciendo con sus miembros.
Aun así, en todo comportamiento humano - social, se impone una forma nueva de pensamiento (corriente filosófica) que va delineando unas estructuras de pensamiento y por ende de comportamiento, que están en constante cambio, yendo siempre adelante.
Difícilmente se logrará tener un grupo de personas, pensando unificadamente en pro de una sociedad, ya que a ellos sólo los unen los intereses comunes y guardan cierta distancia en lo concerniente al pensamiento plural.
La crisis de los matrimonios aumenta con el liberalismo feminista, en sociedades conservadoras como la nuestra, en la que no es posible compaginar una conducta regulada por ideas poco concebidas de una liberación feminista vs un arraigado machismo, en el que el varón tiene la última palabra. Los puntos de vista son del todo inconciliables, solo capaces de coincidir en décadas posteriores, solución a la que muchos ya le estamos buscando una solución.
Tal y como van las cosas, la tendencia es a formar sociedades sin sociedades, que bien lo podríamos llamar, sociedades light por no contener todos los elementos necesarios que una sociedad normal los tendría.
En épocas posteriores, se apunta a formar sociedades que hasta este momento no son concebibles y resultan contradictorias con el modo de pensamiento (herencia generacional), el mismo que se contrapone con el pensamiento liberal implantado por el nihilismo global que introduce diariamente cientos de formas de concebir la vida.
La crisis aumenta cuando las personas que reciben la información, tienen escasa preparación filosófica social y creen que los sistemas de vida de países como los Estados Unidos y Europa pueden ser adaptables a nuestra sociedad.
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