Cómo amante de la filosofía debo reconocer que soy ciudadano del mundo, pero para ello mi primer obligación es pensar en lo que beneficia a mi ciudad o nación, esforzarme por ser el mejor ciudadano, aunque en esencia, el filósofo pertenece al mundo y no a ningún territorio.
Odio tanto la democracia como a la tiranía:
A la democracia porque permite que un puñado de imbéciles gobiernen a los sabios y entendidos.
A la tirania, porque se disfraza de bondad pero actúa en detrimento de los derechos de los ciudadanos.
Vivo en una democracia impulsada por quienes lo único que pretenden es gobernar ejerciendo una tirania, disfrazada de bondad.
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