Observando la realidad y sin tener tanta experiencia en este tema, ni ser tan escrupulosos, podemos darnos cuenta de los cambios de nuestra sociedad.
Se ha sometido a los ciudadanos de cualquier condición en un estado de zozobra permanente, por el alto índice delincuencial, de eso creo que todos estamos conscientes.
Es de agradecer la gestión de las autoridades por restablecer el orden y la seguridad de todos los ciudadanos y las ciudadanas, tengo que aplaudir la entereza de los Gobernantes.
Pero más allá de los reconocimientos, lo que me motivó a escribir este artículo, es el ahondar en detalles y descubrir, ¿Qué pasó en décadas atrás en la que nacieron los padres y las madres de los jóvenes que ahora delinquen (chicos y chicas de 15 a 25 años de edad en su mayoría)? porque si nos fijamos un poquito, es esta generación la que ha marcado el terror en la sociedad Ecuatoriana y, siendo un poco más napoleónicos, creo que es necesario además, revisar tres generaciones atrás, porque aunque efectiva sea la gestión actual, si no se sana la raíz, se quedaría en puros méritos personales en cuanto a las acciones emprendidas, pero no se habría sanado el problema que en sí es lo que se quiere, dicho en otras palabras, la solución no está en la condena del “criminal”, sino en la enmienda de este, en sanar desde la raíz, y claro, eso requiere de un estudio minucioso y mucha paciencia.
Cuando se juzga una acción, se mira también la procedencia, es decir, se acogen datos a priori del actor, como son, el lugar de donde viene, donde vivió, rodeados de quienes se crió, quienes son sus padres, en qué ambiente fueron creados esos padres, que programas televisivos veían tanto los padres como los niños, que tipo de música escuchan o escuchaban, en que centros educativos se formaron, que tipo de alimentación tuvieron, si sus padres son separados o viven juntos, si son profesionales o no, la calidad y calidez de la formación intelectual, si padecía de alguna enfermedad o no, si hubieron golpes por accidentes o maltrato físico o psicológico, su vinculación a determinados credos religiosos, a grupos sociales o políticos etc. Ya que todo esto influye. Pero en este análisis podemos observar que también hay involucrados chicos de familias conocidas, de personajes estimados por la sociedad, de hogares estables, con economías solventes, pero que al parecer, la sociedad de consumo influenciada primero por la pos modernidad seguido por el neoliberalismo, influye en el afán de aparecer antes que el ser, esto, visto en particular en los jóvenes de la década mencionada, hijos de padres nacidos a finales de los sesenta y todo el setenta.
En la década del setenta en especial es donde los signos religiosos comienzan a ser odiosos aun dentro del mismo Clero, por un mal entendido del Concilio Vaticano II.
Los niños de esta época pasaron a ser los jóvenes de los ochenta, influenciados por la liberalidad, por el baile, las pandillas juveniles y los grupos de guerrilla, las series televisivas que influían directamente en estos, como lo fue el tiempo de Guillermo Dávila (Nacho Gamboa), o simplemente jóvenes influenciados por la década del nuevo milenio, con una influencia barbará de la degradación moral en el sistema político y social, en ese tiempo se escuchaba decir que “la corrupción viene desde las cúpulas” es entonces donde se aparece la diabólica filosofía de la nueva era, que priman los valores del tener antes que del ser, donde la felicidad está en la capacidad de adquisición y no en las buenas relaciones humanas, donde los principios éticos y morales no cuentan, sino solo lo que te produce cierto grado de placer y confort, allí se escucha el pensamiento que dice “para superar en la vida, no te sirve el ser bueno”; es en este tiempo, donde la vida humana aparece como un medio y no como el fin, aparece el afán por el aborto con más fuerza que en otras épocas, la ley de la selva, la venganza, la utilización de propio cuerpo como mecanismo de placer y no como don de la divinidad, la inversión del propio sexo por la libre elección.
Todos estos vicios que aparecen con fuerza en nuestros días, son los que una corriente de pensamiento poderosa (económicamente hablando) nos ha logrado influir, destruyendo nuestros principales valores, como son la familia y los sistemas de educación, nos han hecho la lobotomía, nos han destruido la capacidad de pensar, y nos han incentivado a consumir.
Ahora se condena a los que deberían condenarnos por haberles dado menudo castigo sin merecer, ahora se está castigando el fruto de la historia. Es de saber que lo que se siembra se cosecha, que ahora estamos frente a un gran número de padres que no fueron formados, que nadie los instruyó para ser padres o madres, que pierden autoridad moral frente a sus hijos y lo que se les escucha como lección de vida, son solo afirmaciones de una vida sin horizonte fijo.
En estas épocas los jóvenes abandonaron el colegio para dedicarse a la calle, y muchos que abandonaron las calles se refugiaron en las bananeras o en alguna labor agrícola. En las ciudades con mayor capacidad económica, los jóvenes se dedicaron a las fabricas al puerto marítimo y las aduanas, a las faenas de pesca esporádicas, a las camaroneras, otros se dedicaron a los negocios, en el mercado informal, unos pocos han logrado emigrar y muy pocos tienen una carrera artesanal, profesional o algún logro académico.
No es de olvidar la gran ayuda que prestaron los colegios nocturnos que existían con gran número de estudiantes, trabajadores casi todos, padres y madres jóvenes que no tenían espacios en la educación matutina o vespertina.
Es la generación de las madres soleteras, y de padres con menos sueldos y mayores responsabilidades paternales en varias casas y a posteriori, la violencia intrafamiliar, es ese tiempo el que nos castiga ahora.
Y sin hacer una apología del crimen, creo que, aún más, los garantes de justicia deben acudir a la sana crítica, y las instituciones de gobierno ser más atentas para contrarrestar este efecto malo que ha producido una etapa de la historia, que a partir de la revolución industrial, el crecimiento desmedido de las ciudades ha sido imparable, debido a la inmigración y emigración, las ciudades aún siguen siendo el centro de la atención de los que viven en el campo, y las grandes ciudades para los que viven en las pequeñas, esto ha generado condiciones de vida desiguales, debido a una inversión de costumbres y, la falta de oportunidades para un empleo digno degenera en violencia. A esto se agrega el cambio de moneda generador de expectativas migratorias, desde entonces la violencia de los países vecinos nos es común.
No nos hagamos ciegos ni sordos, todos estamos involucrados. Mucho trabajo tienen ahora los Sociólogos, Filósofos, Antropólogos, Historiadores, Profesores, Clérigos, Pastores, Psicólogos y juristas, y no se diga las instituciones de gobierno, que deben apuntar más que a la represión a formular leyes en pro del rescate de estas personas cuya perdida es costosa al estado, porque más gana el estado teniendo gente preparada y en condiciones de producir, que manteniendo a individuos, que luego no producen nada y le son costosos y cuyos hijos seguirán la línea generativa de sus padres.
Apelo a la sensibilidad humana, para que se mire a nuestros hermanos de nación sin odio y con unas propuestas claras, que lleven al rescate y no a la pérdida de más gentes que podrían producir. Claro está, que muchos hemos sido víctima de esta ola de violencia, ya de manera física o moral, comprendo que esto no hay quien lo aguante, pero así mismo, no podemos condenar el mal, sin mirar su procedencia y lo que es peor, condenarlo sin tener un sensato plan de rehabilitación para estas personas, porque el fruto de estas represiones, será peor.
Y frente a todo esto, lo peor que podemos hacer, es no hacer nada, pero más perverso aun, es no permitir que otros hagan. Yo ya he abierto el debate. Y que cada uno haga su mea culpa y ponga lo que le toca.
CONTROL DELICTIVO.
El tema de la delincuencia no podemos limitarlo al control en las calles, es necesario abrir procesos que cada vez más nos lleven a un conocimiento expreso de las causas que lo originaron.
Es de comprender que para que exista un “delincuente” se tiene que pasar por varias etapas, desde la maternidad, en la forma de concepción y el desarrollo del feto y los estímulos que recibió.
Es urgente el control de la natalidad, no en una mera propaganda del “condón” o la “píldora”, campañas sucias en las que personas inescrupulosas y faltas de sentido común involucran a los niños matándoles así la inocencia. Pseudos educadores y educadoras de la sexualidad, que más parecen representantes de ventas de los fabricantes del condón, limitando la sexualidad a mera dinámica de placer.
Se trata de evitar que las mujeres embarazadas sufran maltratos y que los neonatos tengan un seguro, de modo que ningún niño padezca de enfermedades y que en sus hogares nunca vean a sus padres sufrir porque no tienen como curar sus dolencias. Invertir en los niños es sembrar el futuro y el progreso de nuestro pueblo.
La otra parte tiene que ver con la formación de los padres y madres de familia, a quienes Dios, o la vida, (para hacerme entender un poco) los ha llamado a una misión, la de guiar a estos niños por el camino correcto, y si bien en este punto una gran mayoría de personas se han involucrado en la paternidad sin tener la menor idea de cómo guiar a estos pequeños seres de luz, que vienen con una misión específica: a dar luz donde no la hay, pero al igual que los focos, si no tienen un trasmisor de energía eléctrica, no serán capaces de dar claridad, así tengamos miles de focos, no darán claridad si no les trasmitimos energía positiva.
La educación escolar debe ser más exigente, no por la acumulación de tareas, sino por las políticas de integración de la familia en el proceso escolar. Que los padres no sean meros observadores o vigilantes de los maestros, sino que se den cuenta que la sociedad es cada vez más exigente, así lo expresa la constitución dogmatica “Gaudium et spes” (El gozo y la esperanza) del Concilio Vaticano II en el numero 31 “ La educación de los jóvenes concretamente, sea cual fuere su origen social, debe ser orientada de modo que forme hombres y mujeres que no solo sean personas cultas sino de fuerte personalidad como nuestros tiempos exigen cada vez más…Se puede legítimamente pensar que el porvenir pertenece a los que saben dar a las generaciones venideras razones para vivir y razones para esperar”.
Los espacios de sano esparcimiento son un punto a nuestro favor, pero si no tenemos control del tiempo y de las amistades podrían, ser un riesgo, la culpa no es del menor, sino del adulto que no lo instruyó ni lo controló.
La sobreprotección y el cumplirle todos sus caprichos, no son buenos síntomas de formación, al contrario cuando el menor descubre nuestra debilidad, entonces sí estamos perdidos.
Los chicos y chicas saben bien quien tiene la autoridad en la casa o a quien pueden engañar, por eso, las ordenes no deben ser individuales o por separados, los permisos y demás, deben darse en común acuerdo sin descubrir quién tiene la autoridad, la respuesta en todo caso sería así “Tu papá y Yo o Tu mamá y Yo hemos decidido que…” de tal forma ellos no podrán jugar con la autoridad.
Los grupos juveniles y asociaciones de adolescentes con fines buenos son un buen espacio para fortalecer su personalidad, involucrarlos en jornadas vacacionales, y llevarlos de vacaciones a conocer a otros familiares, acrecienta en ellos el espíritu de pertenencia a determinado grupo social.
Evitar las frecuentes fiestas en casa sobre todo si no hay un control en el consumo de alcohol y en el uso del tabaco o en el abuso del vocabulario, ayuda a que nuestros hijos crezcan en ambientes sanos y aprendan a sociabilizar de forma prudente y conserven para siempre el buen sentido de las fiestas y las reuniones sociales o familiares.
El sentido de la responsabilidad, el confiarle desde pequeños tareas que no excedan a sus límites de fuerzas físicas, ayudarles cuando no puedan hacer algo pero sin cargar con toda la tarea sabiendo que es tarea de él o ella.
Existen padres y madres, que les hacen las tareas a sus hijos para que salgan bien en la escuela o el colegio, haciendo de sus hijos unos perfectos inútiles, buenos para nada. El sentido de responsabilidad va acompañado de la paternidad, en la que el padre lleva a su hijo durante las vacaciones a cumplir pequeñas tareas en su trabajo o custodiar algún capital, con cuyas ganancias el adquirirá lo que deseaba que le compren, esto hace que los chicos sean productivos.
Pudiera quedarme escribiendo y dictando pequeñas recetas, pero como las recetas son solo para los médicos, mi recomendación es que los padres de familia busquen ayuda cuanto antes, nunca se es demasiado viejo ni preparado para recibir ayuda de otros, eliminar la soberbia en los padres ayudaría a los hijos a ser más humildes y sencillos.
La mejor manera de frenar un mal es la prevención y la historia es una buena maestra, quien no la conoce, repite los errores del pasado. Prevenir es siempre mejor que reprimir.